Paseo y te busco. Cuanto más sucio tengo el pelo más intuyo que te voy a encontrar al girar la próxima esquina. No llevo maquillaje, me aprietan las medias, me he dejado el paraguas en casa. Me gusta pensar en ti cuando viajo en el metro. Me pierde el estar sin ti cuando leo algún que otro cuento. Para adultas adúlteras, tiernas y estrictamente solteras de corazón. Es entonces cuando te echo de menos. Camino por el otro lado de la acera. Te imagino y me pierdo.
Una noche que invita a salir. Ella me pregunta que si vengo de estar con las amigas. Le digo que vuelvo a casa a poner una lavadora. Son casi las 23.30 y el 21 no llega. Me pregunta si vivo sola. Asiento y matizo. Con dos compañeras de piso. Dice que las chicas ahora solemos hacer eso. Sonrío y me meto las manos en los bolsillos. Me cuenta que toca el piano, que escribe poemas, que ha quedado con una amiga en la Gran Vía. Me asomo a la calzada. Qué edad tienes y qué estudias. Le relato sobre mi presente continuo. Mi hija también era periodista, dice. Murió con 23 años. Se levanta y pide un taxi ¿Subes? Le digo al conductor que a la Plaza del Callao. Nos presentamos formalmente, ella y yo, y me cuenta que tiene un gato que la espera en su casa de Moncloa. Hablamos y me fijo en sus gafas con forma de concha, en su pelo gris y en su elegante abrigo. Es como Cruela pero en tierno. Antes de bajarme del coche la beso en su blanda mejilla izquierda. Ella dice "ya nos veremos". Camino Fuencarral arriba con un extraño vacío en mi estómago. Me compro un helado y me parto en dos ¿Por qué?
Son cinco extrañas sugerencias, lo sé. Pero les aseguro que son cinco lecturas que les atraparán hasta las meninges si saben asumir riesgos. El primero es el de dejarse los prejuicios en casa y sumergirse en el apasionante mundo del cómic alternativo. El segundo tiene que ver con que no les asuste tener Vértigo en sus estanterías. Y el tercero??? Confíen en una servidora, que reside en la virtualidad por y para ustedes.
La primera portada que podrán ver si la miran con una lupa es la de Lucifer, una serie nacida de otra serie, The Sandman, y que, número tras número, ha sabido atrapar al lector mediante guiones excelentes y dibujantes a los que les pone correr riesgos.
Creo en Frankie es la niña de mis ojos. Este pequeño milagro del cómic, divertido e imprescindible, es una gamberrada llena de buen rollo donde encontraréis la historia de un trío de amigos. Como podréis imaginar la trama no solo resultará rocambolesca porque uno de ellos sea un dios, sino que se volverá endiabladamente genial en el momento en el que los asuntos de la entrepierna aparezcan en escena.
Muerte, lo mejor de tu vida, está aquí porque es mi revulsivo, la pequeña joya que de adolescente hizo que me enamorara de una preciosidad enfundada en negro. Este volumen es una especie de recordatorio feliz para todos aquellos que creen perder la fe en el cómic como modo de expresión existencial. Y qué hay más existencialista que un cómic que relata el único día de vacaciones que se toma Muerte cada cien años... una auténtica delicia!!!!
Los libros de la magia es una pequeña exquisitez no apta para paladares poco curtidos. Y no se me confundan que, aunque una es fanática de los primeros y originales, en esta entrada me estoy remitiendo a ese maravilloso sucedáneo de adolescentes lisérgicos que se subtituló "life during wartime". De lectura recurrente.
La hora bruja es Blanca y Gris queriéndose a lo largo de los siglos, Roja jugando con todos, Azul mirando en silencio y Negro revoloteando por Central Park. Tan solo te advierten a lo largo de sus viñetas que tengas cuidado con lo que deseas...
Podría contarles cosas de cuando niña, claro. También podría decirles que tengo una progenitora mitómana, que esas cosas se heredan, que colecciona muñequitos para adultos, que nos fuimos un fin de semana a París para ver la Exposición de Hergé en el Pompidou, que le tomé prestado un llavero de Tintín dentro de un jarron junto a Milú, que me gustaría viajar a la Luna en una maqueta, que mi historia favorita es El loto azul, la de ella Los cigarros del faraón, la de él Vuelo 714 para Sidney. Mi hermana no pudo terminar de ver Tintín en América porque ese video del periódico Ya nos llegó malito de fábrica y mi padre, además de Spielberg, también es un pelín Haddock.
La ilustración es de Puño y forma parte del homenaje de El Mundo al Centenario del nacimiento de Hergé.
En esta ciudad, donde cada día menos cosas son posibles, llueve. Te mojas. Graniza. El cielo te golpea. Fuerte. Más fuerte. Te lo mereces. Tienes que atarte los zapatos porque llueve y nada puede entrar. Lloras. Se te olvida el paraguas en esa cafetería. Te mojas hasta muy dentro. No terminas de llegar a casa ¿Qué casa? No ves el final de la calle. Te cierras con candado. Nada puede calar. Hondo. Muy hondo. Subes la cremallera de tu abrigo. Te envasas al vacío. Te escurres. No lloras. Te hundes. Más hondo. Profundo. Te ahogas.
Porque es cierto que hubo un tiempo en el que me gustaba que él me cogiera con fuerza de las muñecas, que me bajara las medias con cuidado escrupuloso y que me la metiera con las bragas puestas. Solíamos quedar en un cine, de madrugada. Con tacones, desde luego, y una falda tableada. Decía de ese trozo de tela que le recordaba a todo aquello que no pudo hacer cuando estaba en el instituto. Reventaba los botones de mis camisas preferidas y se enroscaba en mi cintura por las noches. Dormíamos desnudos, fuera invierno o primavera. Algunos sábados y domingos se desperazaba desde temprano. Era entonces cuando, inquieta y despeinada, esperaba a que me acariciara mientras me hacía la dormida. Sus dedos dibujaban mariposas en mi espalda, tanteaban mis nalgas y se precipitaban hacia las diferentes oquedades de mi geografía. Entonces, él entraba por detrás creyéndome en otro sitio. Le dejaba metérmela en silencio, sin dejar escapar siquiera un leve gemido. Una vez supo de mi travesura a través del reflejo de la ventana. Yo me di cuenta pero él no dijo nada. Tan solo se limitó a acelerar el ritmo para que me delatara. Acercando su boca a mi oreja, como si quisiera revelarme algún secreto milenario, me susurró barbaridades que me hicieron sentir como una muñeca hentai. Fue entonces cuando, todavía legañosa y somnoliente, me corrí pensando en ella. Él terminó en mi espalda. Nos duchamos y, sonrientes, desayunamos en silencio.
Nunca fui una mirona demasiado descarada. Confieso que suelo echarle un ojo, escondida tras mi mochila, a la chica más bonita del vagón; también busco miradas llenas, ahogadas, intensas entre las líneas 146 y 21. Escucho las conversaciones de otros cuando me invitan a comer y persigo a las parejas que discuten para enterarme de finales no felices. Juego a ser James Stewart en La Ventana Indiscreta.
Las noches estrelladas de primavera que es verano empujan a dormir sin ropa y pacto con mi espejo conjuntos de niña buena para regalar a los vecinos. Hoy toca sujetador verde y pantalón a juego. Prismáticos en mano, observo a todas las almas insomnes que se desnudan en sus terrazas. La dama azul del quinto izquierda se peina mientras su solícita compañía la desviste con cuidado. El solitario joven del segundo derecha lee sobre su cama novelas baratas, sonríe al pasar las páginas y se rasca la entrepierna mientras sorbe de un vaso naranja. La anciana del primero juega con su perro antes de lavar los platos. Y el novio del tercero izquierda esta noche ha vuelto solo al hogar.
La persiana de mi favorita está bajada. La imagino con su pequeño pantalón rojo y su camiseta de margaritas negras. Tumbada sobre sus revistas de moda. Pintándose las uñas como una lolita abandonada. Comiéndose los padrastros y cantando a lo Betty Boop. Riéndose de sí misma. Llorando porque pasa otro día y sigue durmiendo sola en una cama de 1,50 x 2.
Madrugar un jueves. Levantarse con legañas en los ojos y miedo en el resto del cuerpo. Bajar, todavía de noche, a la calle Fuencarral, saludar a los basureros que cantan y coger el AVE hacia Sevilla. Pensar en leer o hablar de cómix. Decidirme por hablar. Llegar a la estación después de ver amanecer en Ciudad Real. Recibir una llamada. Ya en el taxi, sonreir porque ha ganado el Sevilla al Depor y la ciudad está de fiesta. Todos los taxistas se dan los buenos días por la radio. Conocer a un heavy con acento al que le gusta hablar claro-transparente, a un tímido arquitecto que se marcha a Barcelona y mirar a Leo Bassi con ojos de rana alucinada. Esperar, saludar, beber agua y escuchar. Nueva York es una ciudad para morir. Quedarme sin voz por un momento. Hablar del alcoholismo de Iron Man, pedirle ayuda a un hombre con corbata y olvidarme de respirar. Escucharle a él. Los bufones usan narices rojas por amor. La libertad se encuentra cuando te deshaces de la fe. El poder no tolera los pantalones anchos, las tartas de espuma de afeitar y los coches cubistas. Picasso estaría orgulloso de él.
Caminar a cuarenta grados. Beber un granizado. Pensar en tres o cuatro libros, un abanico negro y las fotos de Ricky Davila. Esperar al 32. Aire acondicionado y muchas sonrisas rojiblancas. Volver a la estación. Buscarle sentido a la película mientras cae el sol. Él se parece a Jude Law. Caerme del sueño. No olvidarme de comprar para desayunar churros y magdalenas.
Ésta si que es una película bonita, de esas que te arrancan algo de lo más profundo del tuétano, no solo porque salga Natalie Portman haciendo de Beautiful Girl, o porque tenga una de las bandas sonoras más nostálgicas del mundo mundial, o porque te den ganas de ser pequeño cuando la ves, y te sientes blandita, y pequeña, y estúpida al escribir semejante ñoñada. Es una película de las que te hacen amar el ir una tarde de miércoles a una sala poco transitada para dejar de ser tú durante un par de horas.
No cariño, tan solo quiero una sonrisa. Mírame como antes, deja ese libro y háblame del tiempo, de tus ganas de comerte el mundo, del miedo que te da tener un niño. No te escondas de lo poco que queda de mi, déjame jugar con alguno de los sueños que todavía recuerdo. Me acerco, te miro y me doy cuenta. Ya no te pareces a ella, la deslumbrante maravilla de la que me enamoré. Has sido sustituida por una parodia, un chiste, una sombra de lo que fuiste. Con tu aire de desdén y esa manía de mirarme por encima de tu hombro. Madre de una preciosa copia del pasado. Tirana de un reino del que yo soy el único vasallo. Mujer venida a menos. Te sujeto el bolso y dejo que me insultes delante de todos estos extraños. En la siguiente parada me bajo, pienso, y la chica sentada en frente de nosotros me osculta con una mezcla de asco y vergüenza ajena. Me sonríe mientras agarra su mochila. Podría ser mi hija. Se levanta. La sigo con la mirada hasta que se baja del vagón. Suspiro y pienso en matar pero, transcurridos unos minutos, las únicas ganas que me quedan son las de llorar.
Te quiero como los sumisos adoran sus cadenas, con un poquito de rencor, tres cucharadas de frustración y toda la dependencia propia de una adicta al chocolate. Juego todas las noches con las heridas de mis muñecas, esos pequeños moratones que crecen con el tiempo, sutiles recordatorios de las aventuras de una niña que se ha caído por la madriguera equivocada. Y beso el suelo que pisas. Colecciono cada una de tus fantasías para hacerlas más mías cada día que pasa y te espero en mi cama por las noches para obedecerte hasta la madrugada.
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Me marcho. Espero que no te importe que gire al infierno sin mirar atrás, con una maleta vacía y un cadáver en el maletero.
Alguien me dijo que entrar en una peluquería es como pasar una hora en un puticlub: la madame te da la bienvenida, te pregunta qué edad tienes y qué quieres, y te hace esperar en un cómodo sofá hasta que te toca la vez. Mientras, masajean tu ego o te ponen de los nervios, según se mire, preguntándote por tus vacaciones o hablando del tiempo. "Si, pasaré el puente currando. Además, con tanta fiesta como que ya no queda guita para otro fin de semana fuera de la comunidad". Una señorita de las muchas del local te hace lo que a ella le da la santísima gana y no lo que tú le has pedido. Acto seguido te cobra una pasta por dejarte insatisfecha. La conclusión que saco de este tipo de experiencias es que las peluqueras me odian, aunque me roben. Las protitutas no sé.
No lo admitiré así me torturen. Él es especial, es sexy y nunca sabrá que lo pienso desde el principio ¿Qué principio? Aquella reunión de periódico en la que ambos nos dedicamos a oscultarnos con la mirada. Cada vez que veo al Dave Gahan de los ochenta pienso en él. Es estúpido, lo sé, pero no se me confundan, ésto que les cuento nada tiene que ver con la pasión, sino con la más hiriente de las nostalgias. Es joven, vital y ciclotímico. Me emociona su sonrisa y admiro su potencial, más de lo que le confesaré jamás en persona. Es pasión pura sobre este planeta, como el otro, su reflejo. Sé que él no se siente identificado con el alter ego que le he adjudicado, pero cada vez que veo al cantante de Depeche Mode con sus tiernas 25 primaveras, dios! me da el estómago un bote maravilloso y apareces en mi corteza cerebral, nítido y congelado en el tiempo, con tu jersey de Freddy y tu chapa de Cha-Cha. Por estos lares se te guarda un sitio. Algunos te echan de menos más que otros. Yo me he acordado de ti viendo ésto y me he decidido a hacerlo público. Tus aventuras mutantes siempre son bienvenidas. Nos leemos.
La web 2.0 es uno de esos conceptos abstractos que tan solo terminas de masticar y tragar cuando un aguerrido comentarista decide sacarte los colores apelando a tu ignorancia más absoluta. Esta madrugada, emocionada por un par de eventos cinematográficos que llegan a nuestras pantallas hoy, escribí el post que precede a éste, de memoria y sin contrastar, como buena periodista.
Es por eso que me ha sorpendido encontrar esta mañana, al mirar la sección de cine de El País y los comentarios del anterior post, que también se estrena este mismo fin de semana "L´Enfer", de Tanovic, y "Retratos de una obsesión", el biopic sobre Diane Arbus protagonizado por Nicolasa Kidman (curiosamente, han decidido llamarla igual que una película que ya protagonizó Robin Williams en el 2002. El título original, "Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus").
De la primera película les puedo decir que, aunque parte de una idea del maestro Kieslowski, esta historia de hermanas marcadas por la ausencia paterna se queda coja. Solo el saber hacer de sus actrices, entre las que se encuentra la inconmensurable Emanuelle Beart, salva de la quema la segunda película de Tanovic.
De la segunda película decirles que Diane Arbus era más fea que la Kidman. Detalles superficiales a parte, confesar que tengo curiosidad por saber qué han cogido de la fantástica biografía de Bosworth y cómo afronta Nicolasa este nuevo reto interpretativo, que no sé si llamar reto o tildar de oportunismo. Yo me entiendo.
Y no se tomen lo que escribe una servidora al pie de la letra que tampoco es para tanto...
*Nota: Siguiendo con chicas delante y detrás de la pantalla, Sarah Polley acaba de estrenar en EEUU su primer largometraje como directora, "Lejos de ella", y la argentina Lucrecia Martel ultima su tercer largometraje, "La mujer sin cabeza", coproducida por Almodóvar.
Esta semana ha sido corta en los Madriles. De viernes y con nueva Cartelera recién salida del horno. Si todavía no han visto la última bizarrada de Daniel Boyle, "Sunshine", no le den más vueltas, marchen raudos a su cine más cercano y empápense de lo que han llegado a calificar de "película que revisa el género de ciencia ficcíón". Ejem! No es para tanto, pero sacude porque ha copiado de los mejores, y eso se nota. No me voy a poner a relatarles las delicias, virtudes y errores garrafales de esta película, tan solo empujarles a que la vean y juzguen ustedes mismos, que no suele estar de más en estos tiempos que corren.
El listado de recomendaciones para este fin de semana post-puente no puede ser más jugoso. Puede que por estos lares no podamos disfutar del Baff, una pena, pero tenemos Documentamadrid. Si no tienen claro qué es ficción o qué no lo es, hagan caso a los expertos y no se pierdan cuatro títulos nacionales ("Can Tunis", "Asturian Us", "Resistencia" y "La muñeca del espacio") y la monumental "Shoah".
El recorrido por la Cartelera nos lleva a la premiada en el pasado Festival de Donosti como mejor película, la francesa "Mi hijo y yo", que por fin llega a las pantallas españolas. Esta película narra la relación obsesiva y terrorífica que una madre posesiva establece con su hijo preadolescente. Un nuevo género de terror que no dejará indiferente a todo aquel que se arriesgue a verla. Y lo digo con conocimiento de causa, no podría ser de otra forma.
Y, finalmente, "Spiderman 3". Que la haya dejado para el final no significa que sea la peor opción para este fin de semana. Todo lo contrario. Como sujeto privilegiado que ya ha tenido el regustazo de verla decirles que es la mejor de las tres. Seguramente no la quiera ni crítica ni público por razones que ustedes mismos podrán deducir cuando vean el metraje y la comparen con las fuentes primarias y secundarias (cómic y serie de televisión), pero a mí me ha enamorado. Cierto es que la trama que el señor Raimi desarrolla en un principio pierde fuelle para dejar paso al lado más superheroico del personaje, pero la sensación tras el visionado sigue siendo buena, aunque chirríen algunas situaciones.
Sin ir más lejos, el suplemento El Cultural de El Mundo ofrece en su número de este jueves una entrevista exclusiva al señor Raimi que me ha abierto los ojos en relación a un espinoso tema, el uso de la bandera estadounidense en determinada escena. Lo reproduzco a continuación porque no tiene desperdicio:
Avispado entrevistador - Hay una escena en la que Spiderman posa con la bandera americana. Eso en Europa causa risa.
Mr. Raimi - Esa imagen tiene mucho que ver con la historia de un chico que se considera a sí mismo por encima de los criminales y su pecado es el orgullo. Ahí es donde comienza su caída. Tenemos a un héroe soberbio que aprende que el camino es el perdón. Creo que en Estados Unidos estamos en una situación parecida., hemos pecado de orgullosos y ahora queremos levantarnos de nuevo sin negar nuestros errores del pasado. Spiderman simboliza a Estados Unidos en esta película.
Vayan al cine!!!
No sé qué es lo que me ocurre pero me siento descuartizada nada más pasar la medianoche. Mis últimos sueños me han dejado descorazonada y tengo ganas de mentir en alto, con todas las consecuencias de mis actos. El sentimiento de culpabilidad me estalla en la cara. Siento que traiciono todos mis principios infantiles y no respondo de mí misma cuando el alcohol se precipita por mis venas. No sé qué es lo que pasa pero quiero que pare. Estoy hartándome de gritar y de que no me oiga nadie.
La fotografía es de NiSiru