Hola mi pequeña, te he estado mirando esta mañana desde una distancia prudencial, como suelo hacer siempre que sales de tu instituto junto a tus amigos. No es que no quiera que me conozcas, tan solo busco un poco de diversión. Tus amigos tontean contigo sin parar. No me extraña. No pareces tener quince años. Me gustaría desnudarte yo mismo, con mis propias manos. Pero tengo que conformarme con verte subir a coches de extraños e imaginarte diciéndoles que no. A todos menos a mi. No me mires así. Sé lo que soy y me gusta. Y sé que te gustaría si me dieras una oportunidad. Solo es cuestión de tiempo.
Deberías cortarte el pelo. Tu cogote es maravilloso. Me encanta cuando te haces coletas altas y los cabellos más cortos se van deshaciendo de la goma de tu pelo, poco a poco. Y esas faldas que llevas ahora que ha llegado el buen tiempo, buf, hacen que me pierda entre las fantasías propias de un adolescente. Lo sigo siendo, aunque hayan pasado los años. Un adolescente dolido por tu indiferencia y fascinado por tu forma de caminar, de apartarte el pelo cuando sonríes, de sorber poquito a poco de botellas de agua y latas de coca cola.
Tengo miedo. De que te vayas y no vuelvas. De que crezcas y te pierda. El mundo de ahí fuera te volverá como a las otras y volveré a estar solo. Te plegarás a todos los deseos de alguien que no sabrá lo que fuiste y llorarás cuando todos tus sueños se pierdan en la memoria. No podré retenerte en las páginas de mi diario. Es solo cuestión de tiempo que crezcas.
Deliciosa nínfula de mínimas caderas y sonrisa malvada, si me quisieras, si me conocieras, el mundo sería hoy mucho más cálido de lo que ahora siento en esta oscura habitación. Es solo cuestión de tiempo que te conviertas en una realidad...
En una orgía lo más importante son los senti-mientos. Buscar el infinitivo que más se ajuste a tus ganas de algo y agotar todos los gerundios antes de las doce. Con tacones y mi bolso de Prada, dispuesta a llenar mi tarjeta de baile. Maquillada para la ocasion y con ganas de escapar de todos los infinitivos ¿De todos? Menos de sentir y de mentir, de todos.
No me esperes levantado...
Tumbada. Boca arriba. Con tres fotos tuyas en mi mano izquierda y una cuchilla de afeitar en la derecha. Pienso en cuando mi corazón estaba tan perfectamente blindado como para resistir todas las balas de una película de Tarantino. No me hace gracia el color del techo. Mi vida por un bote de Titanlux para cubrir todos mis poros. Ahora tan solo me queda pensar en las tortitas con nata que nos comimos la primera vez que quedamos. Y contar los segundos, uno tras otro, para no dejar de quererte aunque me olvides. Por favor. Miénteme esta noche porque mañana será otro día y tú ya no estarás en mi cama. Dime todas esas cosas que sé que no son verdad, pero no te vayas de madrugada. Aún me quedan algunos carretes por estrenar y todas las ganas acumuladas por gastar.
Entre best sellers, periódicos gratuitos y apuntes de clase, encontré apoyada contra la puerta a una chica de mirada huidiza y muñecas diminutas. No me hubiera demorado más de diez segundos en sus piernas si no hubiera sido por lo que sostenía con fuerza entre sus manos. Agarraba sus tapas duras con firmeza mientras sus ojos se perdían entre páginas que la llevaban a ciudades con nombre de mujer. Leer a Calvino por la mañana debe ser terapéutico. Seguí paseando por su superficie. Llevaba un traje marrón que la abrazaba desde el busto hasta la cintura, tomando impulso desde encima de sus caderas para precipitarse hacia el suelo, pero llegando tan solo por debajo de las rodillas. Levantó la mirada por encima de su libro al arrancar. No reparó en mi concienciudo análisis de su cascarón, tan solo pareció asegurarse de su destino dentro de la línea 7 al fijar la vista en el mapa de la pared.
Jugueteaba con su pelo pretendidamente revuelto mientras leía. Parecía un gesto espontáneo, casi natural. Pero pasaba las páginas con impaciencia, como si las letras estuvieran a punto de caerse y temiera no poder terminar el viaje de Marco Polo por la ciudades invisibles. Ese gesto me sirve de excusa para imaginar. Aaahhh! Una lectora voraz, tan difíciles de encontrar! Seguro que coge los libros y les es fiel hasta que acaba con ellos. Si se han portado bien, si la han llenado de sueños e ideas, los acaricia antes de amontonarlos en su mesilla de noche. Son los escogidos, los que deja cerca para que la acompañen mientras duerme. Sus salvavidas, sus mapas, sus hojas de ruta.
El tren se para. Ella, armada con su marcapáginas, lo acuesta sobre las hojas de su preciosa edición de Minotauro, agarra su mochila y se marcha. Me mira antes de salir y sonríe. Se cierran las puertas. Dice adiós con la mirada y yo pienso en todos los nombres de mujer que bautizan las ciudades invisibles. Ella tenía mirada de Dorotea.
No es que me haya vuelto loca y quiera enseñarles el camino de la Verdad (o sí, váyanse ustedes a saber), es que tengo una cierta obsesión que me gustaría compartir con ustedes, y más ahora que han salido todas a mogollón y es final de mes. No se preocupen, para los profanos también haré una agradable selección de lo que no se deberían perder, según mi modesto parecer, en formato libro de verdad. No se me sulivianten.
Eso que ven son cinco compras obligatorias que tengo que hacer estos próximos días. Este Salón de Barcelona lo he dedicado a la causa Rantifusa, a recolectar algún dibujito que otro y a hablar por los codos con quien paraba a este pequeño duende de botas rojas. Una, que es curiosa por naturaleza.
Lo primero que ven es el recopilatorio de los primeros 12 números de la serie Planetary, de Warren Ellis y John Cassaday. Una auténtica maravilla que he prestado y represtado porque merece ser difundida hasta que todos hayan asentido ante tamaña obra de arte. Norma Editorial, en su eterna sabiduría y ganas de aliviar el peso de nuestros bolsillos, ha reeditado una recopilación que debería estar ya entre mis lindas garritas. Nunca digo que no a un regalo y una buena cena.
La segunda portada pertence a una pequeña curiosidad por mi parte. Reseñeda en Entrecomics, seguramente termine en mi cesta de la compra por aquello del extraño atractivo de su sinopsis: Hypocrite Vol 1, de Jean Claude Forest. Un clásico del cómic pop, Hypocrite es bella, descarada y todo menos su nombre. Publicado originalmente en las páginas de France Soir y Pilote, esta serie es un delirio de color que nos remite a tiempos más felices, con todo el talento del creador de Barbarella. Un título que hace honor al nombre de la colección que lo alberga: Delicatessen en toda regla. Como para no comprarlo (o meterla en mi lista de deseos)
"Por encima de las Nubes", del genial Jordan Crane, no es una obsesión cualquiera, es una cuestión de orgullo. Llevo esperando este álbum desde enero. En la Editorial Bang! fueron tan amables de dejarme oler sus páginas y ver las fantásticas ilustraciones. Me han prometido que para mayo, cuando se hayan vuelto a llenar los bolsillos del contribuyente, llegará esta joya a las tiendas.
La portada amarilla es la Biblia y acaba de salir en tamaño monumental. Ultimate Watchmen debe ser mío, ya sea atracando un banco, aguantando a viejecitas en el bus o mendigando cultura a algún futuro mecenas. Supongo que no hace falta que les diga que está perpetrado por Alan Moore y Dave Gibbons; pero lo hago, por si acaso.
Las Aventuras del Joven Lovecraft en papel. El salto de la virtualidad a la edición en tomito les ha sentado de miedo a estas tiras realizadas por José Oliver y Bartolo Torres. Y quedará de vicio en mi estantería, algún día...
*Nota: La imagen se la he robado al carcelero ;)
Todos decían que la roja, pero yo he preferido la verde. Siempre quise una vida extra y ahora la tengo en mi poder. Pero de Barcelona no solo me he traído una seta caxonda, también he vuelto con mucha energía, buen rollo, algunos dibujitos de mis heroínas preferidas, buenos presagios, momentos geniales con gente excepcional y ganas de hacer cosas, muchas.
Cuando se me pase la resaca comiquera les amenizaré con una crónica subjetiva y sideral. Pero ahora me voy a la cama que mañana hay que trabajar...
ZZZZZzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz....
Dices que son tus momentos más tiernos bajo el mismo techo. Solo ocurría allí, en esa casa ¿Recuerdas? Nos encontrábamos, como por arte de magia, solos en nuestra habitación. Aquel día, el primero de muchos, rozaste mi mano y temblé. No supe decirte que no. Te notaba palpitar junto a mi. Tu respiración, la recuerdo como si estuvieras aquí. Y tu calor, ese que me hacía sentir como en casa, es ahora uno de mis refugios preferidos. Solías acercarte por detrás, jugando a no jugar. Me gustaba no encontrarte donde me habías dicho que estarías cuarto de hora antes. Eras mi perdición en el sentido más literal de la palabra. Teníamos todo el tiempo del mundo para querernos y decidimos odiarnos, pero con mucho sentimiento y poca convicción. Era en aquellos tiempos muertos, bajo el mismo techo, en aquella casa, cuando el cinismo se convertía en ternura. Y solo volverá a pasar en mi cabeza. Una y otra vez. Hasta que me duerma...
Bajar esas escaleras a ciegas, de dos en dos, porque has perdido el búho y necesitas verle por última vez. Reconoces su chaqueta de cuero a lo lejos pero decides no acercarte. Con el tiempo has aprendido a dejar espacios entre las letras. Se coloca sus cascos y sigue el ritmo con el pie. Cierra los ojos y sonríe. Llega el metro y se sube en el último vagón. Le pierdes por hoy.
Conocí a alguien que quería ser otra persona mientras se derramaba en público para dar pena. Lo consiguió, una vez. Y me hizo una foto en el metro después. Lágrimas de cocodrilo. Luego me junté con sanguijuelas de colores y serpentinas venenosas. Salí bien parada de mi baile de máscaras aunque no conociese a la bambina que jugaba con mis trenzas, ni al cocinero irlandés aficionado a los calendarios de carretera. Más tarde llego la Virgen María, pero esa historia ya se la imaginan. Siempre es fácil enamorarse de lo que no se puede tocar.
Abril es un mes eólico. Junio es puro ozono ¿Mayo? Limpieza, pulcritud e inmaculada concepción. No hay nada más sagrado que llegar por la vía dura a una habitación con vistas previas e impresiones neutras, donde el psicoanálisis trocea los sexos y los sirve en frío. Crudas posturas y carne a medio hacer. Sírvase usted mismo. Con cuchillo y tenedor, por favor, no se vaya a manchar.
Hace unos días volví a ver Casablanca. Lo maravilloso no fue revisitar esa cinta por enésima vez y encontrarme de nuevo en el café de Rick junto a Sam, qué va! Lo que esta vez tuvo de espectacular fue la compañía. No daré nombres, pero llegar a una cierta edad sin haber visto esta película es, además de un sacrilegio, una especie de milagro. Porque ver la cara de alguien que descubre por primera vez el fetiche de muchos, que termina cayendo en la trampa y añade otra obra maestra a la colección, ooohhh, no lo duden, compartir ese tiempo, vivir esos momentos, bien merece un rinconcito privilegiado en algún cajón de la memoria...
Hablar de quién es más fuerte, quién la tiene más larga o quién esconde una relación con su side kid es tema recurrente entre "fornidos amantes del cómic". Esta imagen me ha sacado sonrisas de donde no las hay. Y la sola idea de buscar las diferencias o de preguntarse si son dos vulcanianos los que se están dando el filete debería alegrar también su día. Juas!
Por la noche, en los vagones de la línea 10, sigo con la mirada el punto de fuga de las columnas que sostienen el equilibrio de aquellos que se aventuran hacia el estómago de la serpiente. Asomarse a los túneles y esperar los dos minutos que son cinco es parecido a escuchar el murmullo de la cafetera justo antes de preguntarte si lo quieres solo o con leche. Las mismas ganas de azucarar la oscuridad me empujan a bajar las escalerillas y ver las vías de cerca. Cuando era pequeña esas vías y el hueco en el que habitan protagonizaron más de una pesadilla. Esta noche me he vestido de compañera complaciente, falda y botas incluídas. En el vagón número dos cantan "It´s a beautiful world". En el mío se abren las puertas y bajo en Tribunal, tarareando y con dos euros menos en el bolsillo izquierdo de mi casaca negra. Me guardo el billete en el derecho. Conozco a un duende que los colecciona. Escaleras mecánicas arriba me cruzo con una rubia de ojos afilados que me hace un repaso. Me la imagino desnuda y le sonrío. Ella se pinta los labios. Salgo a la calle sonrojada. Me encuentro contigo. Hace frío.
La antes conocida como Delicia colecciona botes de carretes de fotos para rellenarlos de botones. Escucha canciones de otras vidas. Camina descalza por el asfalto mojado. Regala cajas de galletas con recuerdos al vacío. Hace listas de las películas que vio en el verano del año 2001. Recorta de las secciones de contactos a todas aquellas con nombre de protagonista de cuento. Fotografía las sombras de su cuarto. Idolatra a niños borrachos de recuerdos desnatados. No duerme por las noches. Lee tebeos atrasados y busca su ración de adrenalina navegando por la Red.
Despertar suele guardar la promesa de un encuentro, incluso de alguna que otra compra inesperada, tropezones en el metro y el olor a pan recién hecho en los pasillos de la estación de Alonso Martínez rumbo a la línea 4. Para variar, escaleras estropeadas en la parte complicada. La chica que tengo delante, con sus tacones rojos y su bolsa de mano, levanta tímidamente los pies y se encarama en el siguiente escalón. Su paso dubitativo me frena esta inustada mañana repleta de energía. La adelanto por la derecha y empiezo a sentir que me pesan las piernas. Subo escalones de dos en dos, pierdo el paso, de uno en uno, tomo aire, de dos en dos de nuevo. Giro y espero en el andén dirección Avenida de América. Las miro. Todas caminan de una manera determinada. Con tacones y segura de dónde pisa. Con zapatillas, música en las orejas y sonrisa en la cara. Con la mochila hasta arriba, cansada y mocasines de niña buena. Por un momento pienso en cómo subo y bajo los escalones de casa, del metro, del trabajo y caigo en la cuenta. Me salto los temas para llegar al final del libro, no cumplo mis promesas y me emociono con películas para niños grandes. Espero hasta el último momento para decir las cosas y me como todas las galletas de chocolate de los surtidos Cuétara. Mañana cogeré el bus en sandalias.
no tenemos canción, ni sé cómo hueles por las noches, con todo el día acumulado en el cogote. eso me dices. mmmmm. siempre me gustó esa palabra. cogote. compartimos una cama de 90 centímetros de ancho. no basta. nos enroscamos. la película es El ladrón de Orquídeas y la canción es de los Turtles. Happy Together. te digo que hay una versión punk que me mata. nos inventamos la secuencia en la que me partes la cara al ritmo de esta canción, como dos tiernos amantes contemporáneos, de los que salen en las páginas de sucesos. me sangran todas las heridas pasadas pero tú no crees que hubiera un antes. Noches Eternas. mi favorita es la de Miguelanxo porque cuenta cosas de Delicia. Cronopios, Fundaciones de verano, la pequeña Delirio y un diente de león virtual, de los que no se lleva la Red. todo surge de lo mismo. te has olvidado de los relojes de mano, los cuentos pluscuamperfectos y pintarme los pulgares por las noches. a cambio, insistes en comprarme tebeos para que no pierda la costumbre, me pides que te grabe discos de mis grupos favoritos y tocas la guitarra cuando me quedo inconsciente sobre tus sábanas. no te quieres perder un segundo de mis días y yo me pierdo entre mis sueños inacabados. no sé si ya sabes que huelo a polvos de talco. con el tiempo he aprendido a olvidarme de alguna que otra astilla bajo las uñas. no te he contado el porqué de mi tatuaje. te contagié una o dos manías heredadas. sigo contando con los dedos. leo de manera compulsiva. te quiero cuando me pones de cara a la pared y actuamos como adultos. tenemos en común algunas películas que vimos por separado, con otros a nuestro lado. leímos en el mismo sitio las mismas palabras a los mismos años. y podríamos ser hermanos. te grité que ansiaba la posibilidad de una isla tal y como lo relata Houellebecq en su última novela. todo parece perfecto cuando comemos en nuestro Rey de Tallarines, en el Vesubio de Hortaleza o en el Japo de Callao. me debes todo ésto por escrito. sonrío para adentro y cambio de idea. prefiero que me dibujes con tus acuarelas de brillantes colores y me digas que te sigo pareciendo tan bonita como el primer día. Imaging me and you, I do...