Subiendo... subiendo... subiendo...
Hace sol. Hoy también. Se cuela por mi ventana. Suena el teléfono. No es para mí. Recuerdo un sitio, una guerra, una mujer en tránsito, como todas. Cierro los ojos. Respiro. Ahora duele menos. Me doy la vuelta. No voy a llorar. Hoy no. Recuerdo los nombres, las caras, los sueños de todos ellos. Voy a cogerlos. Puedo tocarlos. Se esfuman. Ya vuelvo.
Bajando... bajando... bajando...
Hablé una vez, pero en privado, de tus muñecas de niña y tu pretendida fachada enfoscada de indiferencia. Me mandaste una invitación para que visitara tu mundo y no salí de tu cuarto. Ahora juego con la niña de los ojos verdes y el pelo rizado en el parque con vistas a tu infancia primera. Leo tus cartas al revés. Juego a que me quieres demasiado. Te espero en los columpios como cuando éramos enanos y todavía no nos conocíamos. Solo a dos kilómetros de distancia, tu puerta de la mía, y dices que yo soy tu imago.
Ya lo sabéis. Todas sois las mismas Evas jodidas de antaño. Se os ha olvidado cómo andar sin muletas o cuándo gritar porque os están haciendo daño. Sois producto de ideologías trasnochadas, teorías queer e ideas caducadas. Hijas todas de mujeres desesperadas y lesbianas cabreadas. Buscáis en el cajón de la mesilla la perfecta combinación entre euforia y depresión post parto. Os escudáis en vuestros chantajes emocionales para pedirle cuentas al de arriba por vuestros ovarios y os quejáis de las leyes que prohíben el maltrato. Sois animales caprichosos. Sois pequeñas obscenidades, habitantes de esa construcción de género que llamáis Mujer. Haced el favor. Coged vuestras sonrisas de diseño, vuestras ganas de comeros el mundo a trompicones y viajad lejos ¿Por qué no admitís, pretenciosas hijas de Lilith, que os sentís cómodas en vuestras cárceles de algodón, si sabéis que la llave se la ha comido el cirujano plástico?
Tendrías que haberle gritado en la oreja a esa anciana en el metro y haber saltado por la ventana, valiente. En vez de eso, me limito a jugar a rayuela con las pupilas dilatadas y las manos en los bolsillos, dejándole a la casualidad la siguiente tirada. Me topo contigo. Sé que te conozco de una pesadilla pasada y empujarte desde el trampolín más alto, sabiendo que no recuerdas cómo se nada a mariposa, se me pasa por la cabeza. Y es que hoy me he pintado la sonrisa más perversa que he encontrado en el armario. No es que quiera ser la mala de la película, porque quiero llegar viva al final del metraje; solo siento curiosidad por si piensas a mano izquierda o te tuerces hacia dentro, rumbo al centro de todas las cosas. Pendular o intermitente. En la cuneta encuentro unas pocas. Me he puesto los zapatos de tacón, he subido dos bordillos y he llegado al armario donde guardas todos los cuerpos sin vida que has ido encontrando en la carretera. Me quedo con la duda y sonrío. Cojo carrerilla. Le grito a una niña al oído que se eche un novio cirujano o millonario, pero solo cuando crezca. Hasta entonces, le recomiendo que guarde como un tesoro su mirada arrogante y su sonrisa imperfecta.
Piensa qué color te define y grita.
No has hecho mucho por ti estos últimos días. Pierdes el tiempo. Juegas a los dados, a la ruleta y al parchís. Te faltan pinceles para definir tu estado de ánimo. En cambio te has pintado los pulgares y has cerrado alguna que otra puerta. Todavía te quedan heridas por zurcir. Todavía me quedan ganas de seguir. Redecora tu mundo interior en suaves tonos mortecinos.
Y grita. No dejes que se te vayan las ganas por las costuras.
Cojo el Cercanías desde muy lejos. Me acomodo, piernas en alto, en sus asientos para autómatas mañaneros, entre los que irremediablemente me incluyo. Hoy llevo mi propia banda sonora, cosa que agradezco. Puede que mi curiosidad me lleve a escuchar demasiadas conversaciones ajenas a lo largo del día pero esta mañana prefiero abandonarme al sonido de unas cuantas canciones de instituto. Es curioso pero me siento vieja. Demasiado seria para mis 23 primaveras. Busco algo que me encienda durante el trayecto y solo encuentro caras en blanco.
Chamartín. Camino los pasillos del Metro. Línea 10. Mis pasos los guía una canción de Placebo que me empuja a mirar hacia abajo. Oigo mi metro a lo lejos. Me precipito escaleras abajo. Entro en el último vagón por los pelos. La gente se amontona en torno a la puerta y no consigo hacerme un hueco más allá de la primera barra. Frena en seco. Entran. Salen. Logro apoyarme en una de las puertas. Un chico entra de frente, arrancamos, pierde el equilibrio, parece que se va a dar de bruces contra mi pero frena a tiempo. Yo me abrazo a mi mochila y le miro. Sonrío y él responde a mi gesto involuntario con una sonrisa y un rubor que me encantan. Dejo la mochila en el suelo. Él se inclina. Mierda, ahora me siento desarmada. Siguiente estación: Nuevos Ministerios. No hablamos, para qué. Tan solo nos ocultamos a cinco centrímetros el uno del otro. Suena Lullaby y me entran unas ganas irremediables de morderle el labio. Pero no lo hago. Él también lleva su propia banda sonora y me pregunto a qué ritmo estará viviendo este momento. Busca algo más allá de mis pupilas. No vas a encontrar nada, ya no. Respiro deprisa. Lo ha notado. Es mi parada y la dejo pasar. No sé qué es lo que espero, pero me quedo allí, congelada entre la multitud, entre sus brazos, los mismos que hacen todo lo posible para que el equilibrio no se quiebre. Por un momento (o dos) creo que me habla. No quiero oirlo, nunca será como imagino. Desvío la mirada. La siguiente parada es Tribunal. Huyo sin mirar atrás. Suena en mis oídos algo de los Pixies. Llego tarde a trabajar.
No sé por qué pero, en mi sueños, me encanta mirarte para sentirme desarmada. No espero que lo comprendas pero, a veces, me haces recordar otros días en los que no era como ahora. Pero, sobre todo, fantaseo contigo cortándome la respiración. Mirándome con esos ojos que lo piden todo y esperando una sonrisa, la misma que regalas a veces, o que se te escapa, no estoy segura.
En mi cabeza caminamos y aprovechas que voy un escalón por delante de ti para cogerme de la mano. Paro en seco y te miro, extrañada y expectante. Me miras. No sonríes, pero me besas. No me sueltas y seguimos caminando. Pienso que hubiera estado bien colarse en tu habitación. Hablar hasta la madrugada y follar hasta el amanecer. Desayunar sin apenas hablarnos. Fingir que nos odiamos.
Imagino tus manos acariciando mi espalda mientras me cuentas cuentos y me propones nuevas posturas. Asiento. Te callas y te pierdes entre mis piernas. Tu lengua viaja hasta el sur y me hace reir, gemir en estereo, quererte todavía más y correrme sin remedio. Aprovechas que estoy cansada, que no te voy a decir que no, y acercas tu polla, caliente y erecta, a mi boca. La beso, me la meto entera y te oigo suspirar. Abres los ojos y me miras. Dios, sonríes. Y me coges en volandas, abro las piernas y nos encontramos. Me abrazas mientras rítmicamente me dejas sin fuerzas. Te corres. Me hago un ovillo y me envuelves entre tus brazos.
Despierto, mojada y sin respiración. Abro las persianas. Parece que hoy hará sol...
**Ilustración de Jason Levesque
Dice Oscar Wilde en su Prefacio de El Retrato de Dorian Gray:
El artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte.
El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.
Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza.
Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.
No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.
La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo. La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo.
La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar.
El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo.
Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo. Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte.
El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor.
Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las consecuencias. Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias.
Lo que en realidad refleja el arte es al espectador y no la vida.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está de acuerdo consigo mismo.
A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil.
**Fotografía de Duane Michals
Ella se maquilla de memoria. Él sorbe el café mientras escucha el estado de las carreteras. Cogen el metro. Línea 4. Él la agarra fuerte del brazo. Ella le ofrece una mueca a modo de sonrisa. Él lee un gratuito. Ella se mira reflejada en la ventana del vagón. Él despotrica contra el Gobierno a propósito de la Ley de Igualdad. Ella asiente. San Bernardo. Es mi parada. Él le da un beso antes de bajar. Le dice que la quiere. Ella responde "yo también". Se cierran las puertas. Ella olvida sus sonrisas forzadas y respira aliviada. Mira a cada uno de los pasajeros que comparte aire con ella. Velázquez. Se baja del tren. Camina por Goya. Gira a la derecha. Llama a un telefonillo ¿Quien es? Soy yo. Sube, te esperaba. Mira hacia atrás por encima del hombro. Se cerciora de que está sola. Entra en el portal y cierra la puerta.
Saben que suelo hablar poco del cuerpo no ficcionado que contiene al pequeño duende delirante que les ameniza las veladas con cuentos particulares y descubrimientos estelares. No pregunten el porqué pero puede que el post que leen me sirva más a mi que a ustedes, por aquello de ordenar la que ha sido, hasta el momento, la semana más movida de este año 2007.
Dejando a un lado mis obligaciones por contrato, estos últimos días han sido de vértigo. Sé que es revelar más de lo que debería sobre mi enigmática identidad pero, si les apasiona el mundo de la política, pásense por Incopo. Puede que les suene a secta, pero se trata de las conclusiones de un congreso al que no pude ir por problemas de agenda. Algo parecido me ocurrió cuando, llena de ilusión, aparecí en la puerta del Círculo de Bellas Artes de Madrid para escuchar las sabias palabras del señor Slavoj Zizek y resultó que había llenazo!!! Para ecuchar a un filósofo!!! El mundo está cambiando...
Por otro lado, los Rantifusos estamos echándolo todo para que el número cuatro esté listo y entre sus garritas a mediados de Abril; todo ello sin contar con el obligado viaje que nos daremos a Barcelona para el Salon del Cómic acompañados de gente tan diversa y agradable como son los Lunáticos, los Gutter y los Cretinos, entre otros.
Y, para darle un poco de color a todo esta autopromoción informarles de que Donna Troy ha resucitado en España mientras el Capitán América ha muerto por heridas incompatibles con la vida en los USA. Los de la Marvel están que lo tiran, hasta el punto de que convocaron una rueda de prensa para informar del incidente editorial. Entre el batiburrillo de información actualizada contarles que habrá película de Stardust, de Neil Gaiman y Charles Vess, y segunda parte de Creo en Frankie, del genial Mike Carey!!!
Dolores O´Riordan, cantante de Los Arándanos, saca disco en solitario y The Gossip viene al Summercase junto con un largo y maravilloso etcétera, de esos que te sacan la sonrisa, en el que está incluida la grandísima PJ Harvey. Y el incomprendido HP Lovecraft fue recordado en todo el mundo mundial el pasado día 15 por el 70 aniversario de su muerte, sobre todo en este venerado rincón. Por cierto, hablando de muertes, si quieren saber extrañas formas de fenecer pulsen y lean.
En el apartado de recomendaciones está lo último del Alfil, la exposición prorrograda hasta abril de Escher y La Vida de los Otros como mejor película de lo que llevamos de año. Seguiremos informando y recomendando, por si acaso. No obstante, si les queda tiempo para pinchar un enlace más, pásense por Accionistas Mayoritarios para enterarse de que existe otra realidad paralela, la nuestra...
*La foto que decora este post pertenece al número 13 de la serie Superman/Batman. No les traicionan sus retinas, el que sostiene el Lazo de la Verdad es Superman/Clark/Kal-El. Y la apaleada a manos del Hombre de Acero es una Wonder Woman rediseñada por obra y gracia de Jeph Loeb y Carlos Pacheco. Enjoy!!!
**No menos importante e igualmente violento (pero con menos sangre). El Zascandil necesita de vuestro apoyo. Si se pasan por su rincón se pondrán al día de la situación del Becario del FIB.
Como todas las tardes tras salir de trabajar, se paró delante del escaparate y la miró con gesto extrañado. Admiró su peluca de flequillo recto. Sus ojos opacos, parecidos a los de las protagonistas de los retratos de Modigliani. Sus pocas ganas de sonreir y su postura forzada, congelada. Altiva y etérea, como cualquier otro maniquí.
Fascinada por sus formas perfectas, sus labios color cereza y su manicura de plástico, se decidió a entrar en la tienda de ropa. Compró su mismo vestido y unas sandalias de elevado tacón dos tallas menos. Pagó con tarjeta sin apartar la mirada de su espalda. El vestido dejaba ver la mitad. La peluca caía sobre su largo cuello, dejando parte de la nuca al desnudo. Firmó, cogió la bolsa y, con paso firme, se dirigió hacia la salida, mirándola de refilón por última vez.
Esperó a la madrugada para jugar a ser ella. El vestido se amoldaba a sus curvas. Se subió a los tacones y agarró las tijeras. Cortó su larga melena, alargó sus pestañas y pintó su sonrisa de satisfacción. Se miró y no se encontró. En su lugar había una mujer de mirada opaca, como la de una muñeca. Su cuerpo se acomodaba a unas proporciones soñadas mientras su cabello se teñía de blanco. Se acarició para conocerse. Pasó sus dedos por su superficie sonrosada. Acarició sus pliegues, jugó con sus cabellos. Caminó hacia la cama y suspiró aliviada, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima, y esbozó una mueca triunfal.
Guardó a la otra en un cajón de la cómoda. Se metió entera bajo las sábanas y se dispuso a abrazar un sueño hecho a la medida de sus deseos. De repente, el pavor la sobrecogió y, transcurridos unos segundos de pánico, decidió que no volver a pasar por delante del escaparate sería la solución.
Una canción.
Su voz.
De madrugada (como siempre)
Sintetizada.
Hago fotos de ella.
Cansada (desnuda)
No sonríe.
Viajo (en el tiempo)
No puedo dejar de mirar.
Es otra.
No la reconozco.
Me enamoro (a lo bestia)
Y me pierdo...
No es pornografía de calidad lo que guarda bajo su cama. Si apartas cada una de las pesadillas que le acompañan, puede que encuentres el principio de alguna que otra historia digna de ser contada. Es especialista en cuentos cortos y compromisos breves. Gusta de la carne poco hecha. Vuelta y vuelta. Colecciona muñecas que no han pasado de las veinte primaveras y las almacena, una por una, en su cárcel de papel, detrás de nombres compuestos y orgasmos de mentira.
Hace dos días que no duerme. Ve con escrupulosa nitidez todos los cadáveres que ha acumulado bajo su colchón y llora como el niño que es. No parece que haya luz al final de esa metáfora. Aún así, lo intenta. Recoge todos los trapos sucios que ha acumulado y los entierra. Se maquilla de éxito y sale a la calle dispuesto a comerse el mundo. Resbala y no pasa de las escaleras. Grita. Patalea. Pide la hoja de reclamaciones y convence al barquero de que ha comprado billete de vuelta.
**La foto se la deben a un abuso de confianza por mi parte...