Alguien me dijo que entrar en una peluquería es como pasar una hora en un puticlub: la madame te da la bienvenida, te pregunta qué edad tienes y qué quieres, y te hace esperar en un cómodo sofá hasta que te toca la vez. Mientras, masajean tu ego o te ponen de los nervios, según se mire, preguntándote por tus vacaciones o hablando del tiempo. "Si, pasaré el puente currando. Además, con tanta fiesta como que ya no queda guita para otro fin de semana fuera de la comunidad". Una señorita de las muchas del local te hace lo que a ella le da la santísima gana y no lo que tú le has pedido. Acto seguido te cobra una pasta por dejarte insatisfecha. La conclusión que saco de este tipo de experiencias es que las peluqueras me odian, aunque me roben. Las protitutas no sé.
Escrito por La pequeña Delirio a las 11 de Mayo 2007 a las 11:04 PM