Madrugar un jueves. Levantarse con legañas en los ojos y miedo en el resto del cuerpo. Bajar, todavía de noche, a la calle Fuencarral, saludar a los basureros que cantan y coger el AVE hacia Sevilla. Pensar en leer o hablar de cómix. Decidirme por hablar. Llegar a la estación después de ver amanecer en Ciudad Real. Recibir una llamada. Ya en el taxi, sonreir porque ha ganado el Sevilla al Depor y la ciudad está de fiesta. Todos los taxistas se dan los buenos días por la radio. Conocer a un heavy con acento al que le gusta hablar claro-transparente, a un tímido arquitecto que se marcha a Barcelona y mirar a Leo Bassi con ojos de rana alucinada. Esperar, saludar, beber agua y escuchar. Nueva York es una ciudad para morir. Quedarme sin voz por un momento. Hablar del alcoholismo de Iron Man, pedirle ayuda a un hombre con corbata y olvidarme de respirar. Escucharle a él. Los bufones usan narices rojas por amor. La libertad se encuentra cuando te deshaces de la fe. El poder no tolera los pantalones anchos, las tartas de espuma de afeitar y los coches cubistas. Picasso estaría orgulloso de él.
Caminar a cuarenta grados. Beber un granizado. Pensar en tres o cuatro libros, un abanico negro y las fotos de Ricky Davila. Esperar al 32. Aire acondicionado y muchas sonrisas rojiblancas. Volver a la estación. Buscarle sentido a la película mientras cae el sol. Él se parece a Jude Law. Caerme del sueño. No olvidarme de comprar para desayunar churros y magdalenas.
Escrito por La pequeña Delirio a las 20 de Mayo 2007 a las 03:16 AM