24 de Julio 2008

Blue

Escoges el vestido azul. Es temprano por la mañana y te apetece un zumo de naranja, pero escoges el vestido azul, y las bragas azules, y el bolso que hace juego con la tapa del libro que estás leyendo. Cierras un sobre, con celo. Agarras las llaves y piensas que deberías haberte comprado el verde, el libro verde. Y aquel vestido negro. Todo es negro últimamente en tu armario. Menos ese vestido azul que se te ciñe en el busto y deja al aire tu tatuaje con forma de mariposa, a medio nacer. No tenías que haberte cortado el pelo, piensas. Tampoco deberías leer libros tristes en verano, aunque hagan juego con tus platos rotos. Te has quedado sin metáforas y la magia no aparece entre tus días. Un zumo de naranja, una sonrisa y hacerlo porque sí. Sin sandalias, sin sentido. Dejándote lo menos posible entre la cama y el borde de la ventana, por mucho producto interior ¿bruto? que creas guardo en el cajón de la mesilla. Te has quedado sin comparaciones odiosas y el tiempo se te escapa. Lo han visto paseando con un paquete bomba entre las manos. Tic, tac. Ha dejado de ser temprano ¿Y el libro con el que saliste de casa? Abandonado en algún sillón de aquella sala de espera. Te lo devolverán. Si te vuelves a pasar. Y volverás.

Escrito por La pequeña Delirio a las 1:46 PM | Comentarios (4)

18 de Julio 2008

Ego, tú. Nos, vos.

Escribir en pantalla me sigue pareciendo artificial, frío, tecnológico. Es decir, dependiente y algo “glow in the dark”. Con el tiempo he aprendido a no resistirme a lo inevitable. También sé que no hay cura conocida para mis dolencias porque, cuando la nostalgia te agarra del cuello, por la espalda, y amenaza con apretar, solo queda narrar, reconstruir el pasado desde el ahora, desde la jodida significación del presente continuo.

Soy más fuerte de lo que creen. Mis piernas sostienen muchas dudas, sí, pero también algunos deseos, los que subraya cualquier adolescente con hilo dental en el coño en la Cosmopolitan de turno. Busco la paz en mi interior (y en el mundo, todas llevamos una Miss en el rincón más oscuro de nuestras almas) pero me es difícil ordenar mis exteriores con vistas a cuartos oscuros y basureros sectoriales. Intento no utilizar condicionales. El chantaje y el subjuntivo se los dejo a las madres amantísimas, devotas de su santa razón. No sé lo que busco pero lo busco en los libros, en las películas, en las personas que conozco por casualidad o porque quieren abrirse en canal en un noble acto de exhibicionismo y generosidad.

Let me see you stripped down to the bone. En mi habitación, esa extensión de mis proyectos inconclusos y de mis pesadillas subterráneas. Ficciones animadas y fist fucking en el lavabo de señores. Hasta el principio de tus traumas. Soy profunda, me dijiste. Tú eras amiga del imperativo, un modo tan manido como el consolador de quien sabe lo que quiere; o como el presente continuado y lacerante. Como todas las frases que, omitiéndolo o no, comienzan con la palabra más importante de todas: Yo.


Escrito por La pequeña Delirio a las 12:33 PM | Comentarios (5)

3 de Julio 2008

Espacio-Tiempo

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Si me preguntan de qué color es el recuerdo de mi abuela materna les diría que verde, como el césped del cementerio al que me llevó cuando yo contaba cerca de diez años. Por aquel entonces me fascinaba la idea de entrar a una Iglesia con el ombligo al aire, porque decían que estaba mal. Pero, antes de que eso ocurriera, yo ya tenía sitio reservado en el Infierno. La detonadora, mi otra abuela, la que olía a jazmín y me llevaba a misa de tarde con tan solo cuatro primaveras. Una niña de esa edad no acababa de entender por qué no podía comer panecillos al final de semejante juego de rodillas (arriba, abajo, arriba, abajo, ad eternum). De ahí que me abandonara al intencionado arte de la blasfemia por lo bajo; o lo que es lo mismo, me dedicaba a insultar a Dios por obligarme a aguantar semejante suplicio. Todo hay que decirlo, mi abuela compensaba mi plaza en el Averno con unas croquetas que te hacían rozar el cielo por unos segundos.

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Mi madre ha vuelto hace poco de un viaje de dos semanas a su tierra. Durante nuestro último encuentro me enseñó fotos del presente continuo. La sonrisa de mentira de mi abuela, las canas de mi tío y los ojos pequeñitos de mi tía. Caí en la cuenta de que mis recuerdos no son nítidos y que he dedicado parte de mi vida a rellenar huecos con mitología. Las frunas, el Postobon y las arepas se han encargado del resto. Y mi madre se ha traído su libro de bebé, esa sana costumbre importada de países más bárbaros todavía, cuadernos donde se acostumbra almacenar los primeros momentos de la vida de una criatura. Por lo que no estoy hablando de un objeto cualquiera, se trata de un libro mágico, repleto de significado. Es la primera mirada construida. En esas páginas están todas las expectativas de unos padres, representadas, cinceladas, cortadas y pegadas. En blanco y negro. Una cápsula del tiempo personalizada. Mamá, eres una privilegiada.
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Mientras no dormía y escribía esto que leen, con la ciudad como música de fondo, he recordado que hace tiempo que no entro a una Iglesia, que no veo a mi abuela y que no pienso en documentar este presente estancado. Puede que empiece un riguroso diario, o puede que me olvide de narrar de manera onanista-exhibicionista-voyeurista y salga a emborracharme con vino blanco y unas cuantas orejas solícitas. Me lo estoy pensando...

Escrito por La pequeña Delirio a las 11:26 PM | Comentarios (3)

2 de Julio 2008

Extraña - miento

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Me entretuviste para que no me quedara dormida. Hablamos de cuando éramos maravillosos e ingenuos mientras acariciabas con tu índice el borde de mi oreja derecha, la del pendiente en el cartílago. Ese dedo viajó a mi boca, tomó aire y se escurrió hasta llegar al principio de mi escote. Leiste los botones al revés, como los de un ascensor, en una camisa negra. Empezaste por abajo, quitándome los zapatitos de cristal, agarrándome de los tobillos, con fuerza. Abriste las ventanas, no sé si para dejar algo de nosotros fuera o para que la noche entrara en el dormitorio. Las luces de la calle iluminaban tus muecas empañadas. Dibujaste mis clavículas. Tus dedos tamborilearon sobre mis tirantes rojos. Y me hiciste suspirar. Con las bragas puestas. No recuerdo si te dije que no a todo lo que estaba por venir. Tan solo sé que te aferraste a mis caderas, me lamiste las rodillas y te quedaste dormido entre mis piernas. Me pareció oirte decir algo, pero un claxon apagó el rumor.

Escrito por La pequeña Delirio a las 2:11 AM | Comentarios (2)

1 de Julio 2008

Intro - Enter

No encuentro en mi las respuestas a este estado de nubosidad variable, por lo que deduzco que la culpa es de otros. Del tiempo, de la forma de disponer las verduras en el supermercado, de los viajes a la luna a cambio de una hipoteca, de la escasez de azúcar en el bote de la sal. Querría robarle un trocito de cordura a aquellos que se disuelven en la sauna fosforescente del otro lado de la calle, pero el agujero de mi estómago no me deja. Y no estoy hecha para vestir de azul. El espejo se ensaña con mi reflejo y pienso que nunca ha sido el mío. Será el tiempo, me digo. O puede que sea yo. Porque ahora camino mucho más lento. Quiero darme cuenta de las cosas, de las que importan. Pero se me escurren. Piernas abajo.

Y Bolaño buscaba pelirrojas tanto en Barcelona como en Amberes, dos ciudades de cuento y pesadilla, nada de respectivamente, ambas. En el metro persigo a adorables ancianas que se quedan ensimismadas ante el vuelo de una polilla mareada. Acaricio los botones, con fuerza. Del vagón de la línea 10, del ascensor de Plaza de España. Me quedo con su frío pegado a las yemas de los dedos. Es una de las pocas sensaciones verdaderas que tengo en toda la mañana. Busco pelirrojas en el submundo y solo encuentro ausencias. Hoy tampoco estabas.

Escrito por La pequeña Delirio a las 9:06 PM | Comentarios (2)