3 de Julio 2008

Espacio-Tiempo

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Si me preguntan de qué color es el recuerdo de mi abuela materna les diría que verde, como el césped del cementerio al que me llevó cuando yo contaba cerca de diez años. Por aquel entonces me fascinaba la idea de entrar a una Iglesia con el ombligo al aire, porque decían que estaba mal. Pero, antes de que eso ocurriera, yo ya tenía sitio reservado en el Infierno. La detonadora, mi otra abuela, la que olía a jazmín y me llevaba a misa de tarde con tan solo cuatro primaveras. Una niña de esa edad no acababa de entender por qué no podía comer panecillos al final de semejante juego de rodillas (arriba, abajo, arriba, abajo, ad eternum). De ahí que me abandonara al intencionado arte de la blasfemia por lo bajo; o lo que es lo mismo, me dedicaba a insultar a Dios por obligarme a aguantar semejante suplicio. Todo hay que decirlo, mi abuela compensaba mi plaza en el Averno con unas croquetas que te hacían rozar el cielo por unos segundos.

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Mi madre ha vuelto hace poco de un viaje de dos semanas a su tierra. Durante nuestro último encuentro me enseñó fotos del presente continuo. La sonrisa de mentira de mi abuela, las canas de mi tío y los ojos pequeñitos de mi tía. Caí en la cuenta de que mis recuerdos no son nítidos y que he dedicado parte de mi vida a rellenar huecos con mitología. Las frunas, el Postobon y las arepas se han encargado del resto. Y mi madre se ha traído su libro de bebé, esa sana costumbre importada de países más bárbaros todavía, cuadernos donde se acostumbra almacenar los primeros momentos de la vida de una criatura. Por lo que no estoy hablando de un objeto cualquiera, se trata de un libro mágico, repleto de significado. Es la primera mirada construida. En esas páginas están todas las expectativas de unos padres, representadas, cinceladas, cortadas y pegadas. En blanco y negro. Una cápsula del tiempo personalizada. Mamá, eres una privilegiada.
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Mientras no dormía y escribía esto que leen, con la ciudad como música de fondo, he recordado que hace tiempo que no entro a una Iglesia, que no veo a mi abuela y que no pienso en documentar este presente estancado. Puede que empiece un riguroso diario, o puede que me olvide de narrar de manera onanista-exhibicionista-voyeurista y salga a emborracharme con vino blanco y unas cuantas orejas solícitas. Me lo estoy pensando...

Escrito por La pequeña Delirio a las 3 de Julio 2008 a las 11:26 PM
Comentarios

Tengo una botella de vino Blanco frances que no tiene desperdicio !!!!!!!!!!!

Pd-No pienso decirte que me ha encantado la actualizcion.Ya lo sabes

Escrito por Bip a las 7 de Julio 2008 a las 02:53 AM

Me conformo con un Rueda y su compañía, :)

Escrito por La pequeña Delirio a las 7 de Julio 2008 a las 02:33 PM

Un rueda????? Que rico, ahora fresquito!.
Me ha recordado los domingos en casa de mi abuela, cuando a las 9 me despertaba para ir a misa. -No, abuela, quiero dormir. -Dios te castiagará, irás al infierno!. Dios! la sola idea del ir al infierno, con ese calor, me atormentaba y ahí estaba yo, vestida de domingo en una misa de domingo, así hasta que conseguí escapar del barroquismo bebato de mi abuela. A veces, aún, con 26 años temo que me vuelva a decir eso del infierno.
Yo si! viva tu post!

Escrito por LaNenaSandía a las 13 de Julio 2008 a las 06:36 PM
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