Desde los diecisiete tuve una duda razonable. Esa duda no me pertenecía del todo. Era una duda compartida. El causante fue Camus y su obra El extranjero, que en origen fue El extraño, aunque hubiera tenido un sentido completo si lo hubiesen titulado El extraterrestre.
Ocho años después, el extranjero no es tan extraño porque los extraterrestres somos nosotros. El problema, la cuestión, la duda comunal estaba en nosotros y no en el libro. El reflejo fue espejismo. Por mucho que me esfuerce sigo sin encontrarle sentido al absurdo. Y eso me alivia. Me condensa. Porque no hay que buscarle el sentido a aquello que no lo tiene. Es tirar el tiempo a la basura esperando a Godot.
Escrito por La pequeña Delirio a las 28 de Noviembre 2008 a las 11:44 AM