20 de Enero 2008

Godot era un mal amante

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Cuando leí Esperando a Godot no pensé que me acompañaría hasta el siglo XXI. Escribí un cuento estúpido y poco más. Pero, como un chicle en el zapato, esta obra de teatro se ha seguido sucediendo en mi latir cotidiano. Hace apenas unos minutos me han abordado unas cuantas imágenes mientras me duchaba. No me tomo a la ligera que Godot haya violado mi muy meditado ritual de limpieza. Es probable que haya escogido el momento preciso -en el que más vulnerable era- para recordarme la eterna espera. Nunca deseada y siempre deseante, hasta el borde, en el abismo. De hombros pequeños y manos de anuncio. Espectante. Espectadora. Triste y contrariada frente al espejo. Contando de cabeza cada uno de sus rincones imperfectos. Haciendo inventario de todo aquello de lo que se desharía sin pensar, corneas y ovarios incluidos. Mierda, y jugando a ser feliz en la isla de Nunca Jamás. Godot es un grandísimo hijo de puta. Tiene razón. Debería haberme mudado de cuerpo, hace demasiado tiempo. Y haber tomado más de una iniciativa. Pero eso ya lo sabía...

Escrito por La pequeña Delirio a las 20 de Enero 2008 a las 02:59 AM
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