Superman vino para quedarse y Brian Synger lo vistió de cuero, a gusto del consumidor, y le propinó un halo místico, casi cristiano, para que lo degustáramos mejor. Se me hace cómoda toda la parafernalia que rodea a este Superman, desde su muerte y resurrección, previa puñalada propia de un Judas cualquiera, a la compañía de una adúltera (de pensamiento) Lois Lane, madre de un híbrido y fundadora de una nueva raza. El José de esta historia es interpretado por James Marsden, padre adoptivo de la criatura, "buen hombre" y sobrino del director del Planet.
Kal-El, hijo de Jor-El, vuelve de un viaje por el desierto. Lex quiere conquistar el mundo a su modo. Como moderno Prometeo, desea acercar a los tristes humanos un poco de la tecnología alienígena que se trajo consigo Kal-El. Pero, como ya relataran los textos clásicos, el conocimiento tiene un precio. Más aún si se hace con la humana intención del bien propio.
Una de las razones por las que me enganché a la serie de televisión se debe a un episodio en particular. Si no recuerdo mal era el último de la cuarta temporada (corríjanme si me equivoco). En él, Lex se quita la máscara y se revela como el verdadero protagonista de la serie. Sin él, Superman no existe. Son las dos caras de la misma moneda. Son las motivaciones de Luthor las que definen las acciones de Superman. Él es quien manda.
Para desgracia de muchos, la temática del némesis es olvidada en la película de Synger para centrar la atención en la familia. Luthor es tan solo un comparsa de excepción, la excusa "humana" que da forma a un auténtico drama familiar; no solo el que existe desde la película de Richard Donner entre Kal-El y Jor-El, sino el que se añade en el momento en el que aparece en escena la familia de Lois Lane.
El hijo será el padre y viceversa. Una perversa campaña de imagen en la que el superhéroe, maquillado de Cristo, llega a nuestras pantallas fantásticamente envuelto. Listo para su consumo. El problema de este exceso de maquillaje ya lo sufrió Neo en las secuelas de Matrix. El héroe mesiánico huele desde la distancia. Para algunos hace más fácil la travesía; para otros, entre los que me incluyo, les da una excelente excusa para hacer volar la imaginación. Y relacionar. Porque no dejo de pensar en un dios extraterrestre venido del cielo para "iluminarnos". Apolo o Zeus; Yahvé o Jor-El. El clásico remasterizado, aunque con menos significado que antaño. "El", en hebreo, significa "Dios", lo que hace que vuelva a Superman y su origen divino. Una santa trilogía compuesta por un padre, un hijo y el espíritu santo de Marlon Brando. Y Lois Lane como la Magdalena. Qué más se puede pedir por Navidades...
*Ah! Antes de que se me olvide, hay un guiño fabuloso en las escenas eliminadas. Estando Superman en la UVI y el asteroide de kryptonita en el cielo, Perry le pregunta a Lois cómo bautizarlo (al asteroide). Un compañero le dice que Planeta X, mientras que Lois lo prefiere denominar Nuevo Krypton.
¿Has oído hablar del Evangelio de Judas?. Según ese libro, el personaje más importante en la vida de Jesucristo es, obviamente, Judas. De hecho, es su discípulo más querido. Por eso le pide el favor más grande: que le traicione para poder cumplir su misión en la tierra. La historia me impresionó mucho: no sabía que el cristianismo hubiera hecho un panegírico de todos los Luthor que en el mundo ha habido. Pero la verdad es que hace falta...
Escrito por Luis Muiño a las 10 de Diciembre 2006 a las 07:53 PMBueno, es todavía más apasionante la teoría gnóstica de que Juan es en verdad La Magdalena y que su Evangelio está teñido del espíritu de esta corriente, lo que conllevaría que la mujer de Jesús, la primera a la que se dirigió tras su "resurrección", no era una mera prostituta; todo lo contrario, a todas luces, la que instruyó a Jesús en determinadas enseñanzas habría sido ella...
Un placer verle por aquí...