La Pequeña Delirio

Las Partículas Elementales

Existía un prejuicio en quien les escribe a la hora de ver esta película, Las Partículas Elementales. El libro de Michel Houellebecq es aplastante y deprimente. Este enfant terrible de la novela contemporánea francesa no deja títere con cabeza. En ocasiones se ha llegado a sugerir que el protagonista masculino de todas sus novelas se parece a él. En esta película, llevada a la gran pantalla por el director alemán, Oskar Roehler, todos lo elementos que hacen de las propuestas de Houellebecq una apuesta complicada quedan difuminados.

Los personajes están perdidos en una sociedad diseñada para la infelicidad. Pero, tras resistir el hastío vital, se encuentran con una puerta de salida, normalmente en forma de mujer. Esas féminas, que en esta película llevan las carnes de Martina Gedeck y Franka Potente, suponen la salvación, la felicidad extrema, ya sea en forma de tópico romántico o de frenesí sexual. Remarcar también la estelar aparición de la actriz Nina Hoss, perturbadora madre enamorada del amor libre.

Las Partículas elementales cuenta la historia de dos hermanos, Michael y Bruno. El primero es un brillante científico y el segundo un profesor de instituto. Ambos, que rozan la cuarentena, tienen problemas de satisfacción vital. A Michael el trabajo no le llena, siente que ha traicionado sus sueños infantiles y que no investiga sobre lo que de verdad le apasiona: la reproducción y la clonación. Para Bruno el mundo es una jaula repleta de tentaciones a las que no se puede acercar, ya sea en forma de adolescentes intocables o mujeres de las que no puede extraer más que insatisfacción y tristeza.

El mágico punto de inflexión surge cuando ambos conocen a la mujer de sus sueños, a su partícula elemental que les complementa. Un proyecto de vida para uno y un breve sueño para el otro.

Las Partículas elementales habla de la soledad, de la incomprensión y los abismos comunicativos. De los saltos generacionales, de lo que supone ser adulto y de cómo, en ocasiones, tan solo se necesita de una ilusión para ser feliz.