Por mucho que me entreno, jugando a ser disciplinada, recaigo en el caos más absoluto, con nocturnidad, sin demasiadas ganas, como quien recupera una vieja adicción. Es fácil, y lo fácil engancha. Eso me dices mientras tu mano se cuela en mis pantalones. Las instrucciones son "no tocar" y tú acaricias.
Consúmeme suena a sopa ligera, creo, y yo quiero carne, roja, carne, cruda. Bajar las escaleras con dignidad de culebrón enfundada en un traje vintage y adivinar lo que pasa por tu cabeza. Lo que pasará nada más cruzar la puerta.
Por mucho que me entrego no consigo verle sentido a esta parte del espejo. Dilato la vigilia a fuerza de voluntad. Consigo meter ambas manos y estiro. El té sabe a primavera. Otra vez será.