22 de Noviembre 2008

El día que conocí a una mujer que no hace teatro

No es fácil que nadie me vea. Salgo del trabajo y pienso en la dificultad de los pasos, de las miradas que parpadean, al fondo, y se escapan al entrar en la estratosfera. Pupilas fugaces, las tuyas. Y las tuyas.

No me reconozco en la acomplejada oficinista de la que hablan los papeles. No quiero matar a mi padre, todavía no. Soy imperfecta por definición. Me importa poco la excelencia de las formas, pero me muestro exigente en las fiestas. Exigente y desubicada. Cuando ella mira, cuando ella habla. Se me escapa el poder ser, el poder hablar, el poder hacer. Llevo rímel en la mochila. Para alargar mi mirada y sostenerte. Nunca creí en la mitomanía, ella es pura mitología. El dios Pan le corre piernas abajo. Hilos de locura performativa. Carne que se envenena cada vez, cada vez, cada vez que se pone el traje de sí misma.

Contenida en las fiestas. Habla de autodestrucción, de extremos diluidos, de miseria moral. Ella ha maquillado sus pestañas y se ha puesto tacones. Su labio superior se eleva, a veces. No soy mitómana pero me siento idiota frente a Pan. Me falla el contexto. Frío, siento frío. Sus palabras me abrigan, pero no del todo. Ella es ficción, joder, y, al fin, cruda realidad.

Escrito por La pequeña Delirio a las 22 de Noviembre 2008 a las 11:45 PM
Comentarios

Felices los que alcanzan la invisibilidad, virtud de los discretos.

Escrito por dErsu_ a las 23 de Noviembre 2008 a las 03:37 PM
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