"No creo en el yo, pero sí en la carne, en el sentido sensible de la palabra carne. Las cosas no me afectan si no afectan a mi carne, coinciden con ella, pero nunca más allá de ese punto en que la conmueven. Nada me afecta, nada me importa, sólo lo que se dirige directamente a mi carne"
El pesa-nervios, Antonin Artaud.
Es una imagen que me consume, me conmueve. Una trituradora de diseño alemán [pulcro, frío] y un corazón partidos en dos, como una manzana. Roja. Con los ingredientes sobre la mesa queda preguntarse por el número que pulsar. Licuado. Pulverizado. Al punto de nieve. A Artaud no le importa si pierdes un dedo, si la carne que compraste el pasado sábado se la comen los gusanos. Como si fuera un exótico carnívoro, te devora y apenas lo sientes. El sentido sensible de la palabra carne se pierde cuando el parásito se abre paso por tu materia viva. Te atraviesa, apartando nervios, músculo y hueso. Devora la coraza hasta llegar al corazón partido en dos. Rojo, sucio y caliente. Muy caliente. Dividido. Pidiendo a gritos tres cuchillas afiladas. Para que le/te roben el sentido, cualquier sentido. No me importa, no me afecta. Estoy fría. Dicen que soy como una roca, pero cuando el día amanece nublado, también lluevo.