La autobiografía está preñada de omisiones. Y las ciudades invisibles se nutren de la materia de la que están hechos los sueños (y las promesas). Siempre me gustó el sintagma "arquitectura efímera", sugiere construcciones solubles, conurbaciones emocionales. Las palabras esconden mundos y conurbación empuja a mucho sexo a solas, con la persiana bajada y las sábanas revueltas. La acidez de la carne pegada a la almohada y las palabras brotando de un poema de La Universidad Desconocida, de Bolaño.
La autobiografía es interesante, precisamente por las omisiones. Vila-Matas me bautizó "portátil". Yo nunca me consideré una Bartleby, pero encontré una edición preciosa, de Pre-Textos, en la Feria del Libro de Madrid. Por casualidad, o porque necesitaba encontrar a Melville junto a Deleuze, Agamben y José Luis Pardo. Y, créeme, preferiría no hacerlo, pero las casualidades se suceden. Veo Bartlebys por todos lados. Las serendipias deliciosas se suceden. Y encuentro en el entramado virtual coincidencias precisas. Juan Rulfo sigue marcando el rumbo hacia mi Comala particular. El mexicano siempre fue mi Bartleby favorito...
Escrito por La pequeña Delirio a las 22 de Junio 2008 a las 03:47 AM