Todas las cajas retienen memoria. Si pudiéramos, si supiéramos esconderlas bajo tantas llaves como excusas inventadas para no mirar atrás, para no meter la leche en la nevera ni comprar naranjas. Exprimirlas en sueños y comérnoslas frente a la cámara. Y atragantarnos con las confesiones ¿O eran confusiones? Inventemos excusas. Bebámoslas con vainilla y barbitúricos. Eat me. Anudemos posibilidades y escalemos este muro. Pactemos con el diablo, veamos Fausto 5.0 y matemos a la Mandrágora, la de la sonrisa fácil y mirada siniestra. Fácil y siniestra. Le pongo muchas caras a esa mujer. Mala mujer. De mirada corrida (y corriente) y tacones de plástico. De un tiempo a esta parte. Sufro de automatismos, como si fueran secuelas de una guerra. A sufrimiento. Y aquí me tienes. Desnuda de cintura para abajo. En el hostal que fue mansión que fue castillo que fue cuento de hadas.
Escrito por La pequeña Delirio a las 17 de Marzo 2008 a las 03:11 PM