No llevo reloj, 
 atado a mi muñeca. 
No lo llevo.
Tampoco mis dedos se visten de plástico. 
 Como cuando éramos canijos y 
 jugábamos al fin del mundo. 
 Las autoridades sanitarias me advierten. 
 Aún así, 
 me salto las comidas. No me comprometo 
 con los tiempos que corren. 
 Pero los segundos corren 
 y el tiempo vuela. 
 Algo se me escapa. Y todo fluye, 
 como los fonemas que componen ese verbo, 
 desde los labios 
 al principio de mi garganta. 
 Pero no es agua lo que trago. 
No es agua.
Y el tiempo no está, 
 engarzado entre mis dedos. 
 El tiempo se me escurre 
 y me doy cuenta 
 de que no te tengo cerca.
No te tengo.
Escrito por La pequeña Delirio a las 29 de Enero 2008 a las 12:56 PMAhora sí, matrícula de honor. ¿Dónde tenías escondida la poesía? No, no me lo digas, porque tal vez haya que subirle el dobladillo a la falda bajo la cual la tenías oculta.
Escrito por Mado Martínez a las 1 de Febrero 2008 a las 10:56 PMMado, valoro tu talento literario, y lo digo sin ironia, tu poesía fluye sanguínea y silenciosa, sorprendiéndome por su particular fuerza y rebelde musicalidad; sin embargo, este comentario, lo siento mucho más conectado con tu tentación por hacerte dueña de la carnada que suele poner esta pequeña y miserable- y también dulce- condición humana llamada pequeña delirio. Tú y yo sabemos lo que necesita ella, la falta, el vacío de su existencia, su dolor, su contradicción.
 Pero no te preocupes, yo también la quiero y sé, como tú, de su extrema fragilidad, su extrema necesidad, su abandono.