He desayunado un yogur en el baño, sentada sobre la tapa del váter, mientras pensaba que hoy era un día capicúa. Luego he metido otros dos yogures en la mochila y he cerrado la puerta de casa. Mi lobo feroz dijo una vez aquello de que la lotería es el impuesto que pagamos por ser estúpidos. Me ha saludado con la inercia de un martes que es lunes. Y no suelo ruborizarme pero huele a limpio, ese olor del que tanto se ha hablado en libros y películas, un no aroma familiar que te sube los colores y te dilata las pupilas porque te recuerda a la primera vez, a días que nunca creíste que pudieran compararse con otros, a momentos extraños y determinantes. Hace un momento he leído en un no lugar (que sí lo es) que la vida, más que un paroxismo, es puro metalenguaje, pero solo si te arriesgas a formar parte del contexto. Lo sumo a mi mal de archivo, de todos mis vértices, el favorito de hoy.
Cuando subo en ascendor doy al botón con el nudillo de mi dedo índice. Nunca con la yema. Algo parecido me pasa cuando hablo. Pero el toc, toc de mis articulaciones deriva suavemente en tocar, sin remordimientos, sobre todo por la espalda. Bofetada contra azucarillo. O al revés. Angélica Liddell hace teatro porque si no se pegaría un tiro. Otra niña perdida dice que leer a Houellebecq resulta capital para no quitarse la vida. Camille Claudel era orgullosa, pero se retrató "implorante, humillada, arrodillada, desnuda". Y parece que solo me enganchan las mujeres desmedidas. Perdidas y sin rumbo aparente. Frías o calcinadas. Nunca templadas.
Ayer conocí a un duende. Dice que tengo una doble en Amsterdam. Le deseé feliz año.
Pues debe ser un mal común! a mi tb me gustan las historias de mujeres desmedidas por su propia vida que nunca supieron enfrentarse a su superyo. Te recomiendo que investigas sobre Sylvia Plath y Alejandra Pizarnic, o como una mujer no aguanta ya su propio devenir.
Me encanta tu blog!!!