Es bajar los escalones de tres en tres y decirte que gustaría siempre de tu difícil compañía. Quedarme quieta mientras bebes, midiendo la distancia entre tu pupila transparente y mis ganas de abrazarte fuerte, muy fuerte, mientras le sonríes de refilón a la camarera que te ha roto el corazón. Y quererte desde lejos, paseando de puntillas por las líneas que me impiden adelantar para colocarme la primera en esta carrera de obstáculos.
Abrir puertas siempre conlleva tocar los pomos, tantearlos con las uñas y acariciarlos con las yemas. Llenar mi mano de promesas y girar hacia la derecha, con los ojos cerrados y el pulso tintineante.
Cruzar la línea en mi cabeza y dejar la puerta entreabierta. Esperarte. Convencerte de que no hay más vida que la que podamos construir dentro de esta cárcel de sueños y estrellas. Justificar mis lágrimas y salir corriendo porque siempre supe lo que te pregunté entonces. Caer rendida sobre mi cama y rezar para que todo haya sido un sueño. Gastar una última oración para no olvidar(te). Morir de vergüenza. Y escoger mi epitafio...
Escrito por La pequeña Delirio a las 26 de Junio 2007 a las 01:25 PMBuano, yo nunca me he fiado de una mujer que fume Ducados.
Escrito por Towsend a las 26 de Junio 2007 a las 01:32 PMNo me extraña...
Escrito por Pequeña Delirio a las 26 de Junio 2007 a las 01:42 PM