Ella se despierta, como todas las mañanas, con un dolor de cabeza que le hace caer de espaldas sobre la almohada, pensarse una vez más lo de abandonarse a los brazos de alguna que otra pesadilla con exparejas de fondo y quitarse los calcetines para sentir el frío de las sábanas. Las legañas la empujan hacia el fondo del colchón. El despertador todavía no ha gritado que es la hora de meterse en la ducha. No tiene nada que probarse. La ropa sucia y las ganas de bailar en la taza del water. Café oscuro, una voz de ultratumba y las mayores ojeras que jamás ha podido concebir el ser humano. Necesita unas vacaciones.
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Sale de trabajar. No pisa una mierda pero es incapaz de ver que hace sol. Podría dar un paseo por El Retiro. Podría ir a ver esa exposición de Marina Abramovic a la que le queda poco más que un telediario en La Fábrica. Podría cortarse el pelo como una niña bien y comprarse diademas de colores. Teñirse las uñas de lujuria estival y gritar a la portera que el perro del quinto se mea en el felpudo de la entrada. En el baño de un restaurante castellano vomita lo que queda del día en el lavabo. Piensa en hacerse un dedo, por aquello de que la tarde vaya cuesta abajo, pero no tiene el cuerpo para jotas hiperbólicas, ni azañas bélicas. Le pide a la primera alma caritativa que se cruza en su camino un poco de bicarbonato.
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Camina de manera errática. No es algo que le quite el sueño. Taconea de camino al vagón. Disfruta explorando laberintos subterráneos ya conquistados. Camina los mapas desde el andén equivocado. Tampoco importa. No había pensado en nada para hoy. Sigue el camino de baldosas, desde luego, y se pierde en la línea 3. Acaba de recordar algo que leyó en la pared del lavabo. No se ríe. Quiere una entrada pero no sabe donde ha puesto el bolso. Se cuela en la sesión golfa de un cine de Cubos. Se aplasta en uno de los sillones de la sala, un narrador le da órdenes a su personaje desde la pantalla. El protagonista la mira. Solo a ella. Es la espectadora más triste que ha tenido jamás. Según avanza el metraje ríe, llora, vuelve a reir, se sonroja por el sonido de sus carcajadas, solloza para dentro y se duerme.
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Dice que ha perdido un pendiente. Me lo cuenta muy cerquita, al oído, antes de volver a casa para hacer limpieza general.
eres muy interesante
Escrito por nisiru a las 27 de Febrero 2007 a las 04:24 PM