31 de Octubre 2006

Un relámpago (apenas)

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Ella solía manosear las proposiciones más húmedas antes de pedirlas por escrito. No decía que no. No podía. No sabía. A él desde el principio le gustó que ella siempre estuviera dispuesta. Volvía de las clases de danza cansada. Los calcetines arrugados y la falda tableada con dos vueltas en la cintura. Preparada...

En casa no llevaba ropa interior. Su colección de vestidos y faldas se perdía por el oscuro pasillo hasta el dormitorio. La música solía escucharse desde el portal. De vez en cuando, aprovechando el cambio de corte del recopilatorio de nanas, se la oía suspirar desde el rellano de la escalera. No gritaba, ni suplicaba. Tan solo dejaba escapar unos sonoros suspiros de entre sus labios rojo cereza.

Salía dichosa y coloreada. Con su amante de la mano y zapatos de tacón de Prada. Sabiéndose desnuda bajo su último vestido de seda. Caprichosa y caliente hasta la siguiente parada en la que, en un ceda al paso cualquiera, díscola y tierna, aprovecha para plantearle juegos de manos a su compañero de auto.

Recordando a un tal Blas de Otero, sigue las instrucciones de un poema de escuela. Besa y come, a dentelladas. Las manos de él en sus sienes. Abismadas ambas miradas. Besa besos de sal. Con mimo sorbe hasta que él pronuncia su nombre entre pasos de peatón y semáforos en rojo. Frena de golpe, él. Para en seco, ella. Un relámpago apenas. Levanta la mirada y se recoge el cabello revuelto. Se retoca la sombra de ojos y se pinta los labios.

- Arranca. Llegamos tarde...

Escrito por La pequeña Delirio a las 31 de Octubre 2006 a las 03:00 AM
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