Los duendes se vuelven chicos tóxicos, con el tiempo. Aunque temen al reloj, se diluyen. Pierden las canicas, abandonan a sus ositos de peluche y crecen. Por el camino se olvidan de las hadas y las brujas. Es entonces cuando posan sus lacrimales en aventuras gráficas y juegos comunales. Tan solo se acuerdan de cómo pedir cambio. Para insertar otra moneda. Para seguir la partida.
Escrito por La pequeña Delirio a las 21 de Diciembre 2008 a las 08:51 AM