Es como salir del cascarón. Precipitarme escaleras abajo y caer en la cuenta de que ya me he acostumbrado a las irregularidades de la madera, al frío de la barandilla, al olor a viejo del portal. Las bajo de dos en dos, como una niña de seis años. Me asomo al buzón del 3ºA, por curiosidad. Meto la mano en mi bolsillo izquierdo y me cercioro de que el papel sigue ahí. Sonrío para adentro, para que nadie me vea. Me pinto de mujer fuerte y abro la puerta.
Porque buscar el camino en carretera nunca me sirvió de nada. Paro a repostar y me bebo a la chica que me sirve agua con hielo. Me enfría tan solo levantando una ceja. Le doy las gracias y me marcho.
No recuerdo cuando pinté mis uñas de rojo, ni cómo encontré ayer el camino de vuelta a casa. No llevo los dados conmigo y el calendario no lo siento como antes. Miro mi teléfono. No hay mensajes ¿Por qué iba a haberlos? No me atrevo a marcar siete dígitos, pero algo en mi estómago me empuja. Y no consigo recordar por qué te fuiste. No consigo recordarme tal y como me soñé en tu sofá.
Porque repasar los apuntes de mis útimos días nunca fue mi especialidad en la escuela. Siempre preferí dibujar en los márgenes. Y busco orientación leyendo un periódico atrasado. Porque sí. Hablan de una mujer. Sumo toda la calderilla de mis bolsillos interiores y me da siete. Todo vuelve a tener sentido, por un momento...
Escrito por La pequeña Delirio a las 9 de Julio 2007 a las 10:04 PM