Esta mañana me he despertado temprano para lavar la camisa con la que nos conocimos. Su estampado ya no me gusta como antes pero sé que él se dará cuenta. Su tacto sigue siendo suave y ya no hay un botón para tapar mi ombligo. Noto cómo la levedad de la tela sobre mi cuerpo me hace sentir como entonces. Elijo unos zapatos que se agarran a mis tobillos y cierro la puerta de golpe.
Me persigue con la mirada. Le esquivo entre todos los invitados. Agarra mi muñeca. No me hace daño, pero soltarse no parece una opción. Giro mi rostro y le miro. Dios, sonríe como lo deben hacer los habitantes de algún cielo absurdo del que nunca me dieron la llave. Me arrastra hasta un cuarto en penumbra y nos perdemos a la espera de que el pasado se convierta, por arte de magia, en ahora.
La ventana de su habitación nunca cierra. El invierno entra sin llamar pero yo me siento segura bajo estas mantas que ya habité entonces. Es como volver al hogar, dulce hogar, pero con condiciones. Mi camisa parece la de otra persona cuando la veo en el suelo. Me levanto despacio y me encierro en el baño. Un momento, solo un momento. Paren el mundo porque necesito pensar. Desnuda y ante el espejo cuento cada año parando en las diferentes estaciones de mi rostro. Me obligo a sonreir y una mujer que me recuerda a alguien que conocí me devuelve una mueca incómoda. Me distraigo contando las estrellas del techo mientras me visto. Me marcho, no sin antes escribir en una servilleta usada cuatro o cinco palabras que amortigüen mi salto al vacío. El tímido sonido de la puerta al cerrarse me agarra el estómago. Dudo. Espero en el rellano descalza. Se me encoge el corazón. Noto el frío. Venga, cuento hasta tres y me decido.
*Ilustación de Sylvia Ji
Escrito por La pequeña Delirio a las 18 de Enero 2007 a las 02:19 AMPequeña,no hay que perder la cordura...aun cuando dudes de su existencia y hasta ignores su significado ;)
Besotones!