La Pequeña Delirio

A Scanner Darkly

Richard Linklater es un director atípico. Lo sabemos nosotros y lo saben sus productores, George Clooney y Steven Soderbergh, que han logrado sacarle a la parte más “indepenciente” de la Warner el presupuesto necesario para hacer cine de animación para adultos a través de la rotoscopia.

A Scanner Darkly se ha paseado ya por festivales como el de Sitges o Animadrid. En ese deambular previo a su estreno me ha sorprendido leer de esta película que frivoliza con lacras sociales como la de la drogadicción, cuando precisamente lo que plantean, tanto el director en su película como el autor en su cuento, es todo lo contrario. Tengo la sensación de que muchos críticos de cine se meten en una sala de cine a ver una película de ciencia ficción sin saber de qué va exactamente la cosa. Y si, además, les insinúan que la historia puede tener alguna complicación y que la técnica utilizada es la de la animación, nos encontraremos con que, muy probablemente, la crítica ya esté hecha antes de que ese sujeto entre en la sala.

No obstante, dado que yo no vi Tesis a los catorce por culpa de la recomendación de un crítico, les animo a que no hagan el más mínimo caso de lo que lean en la prensa especializada y se muevan por instintos más básicos como “en esta sale Keanu Reeves" o “me gustó el libro, voy a ver cómo ha desgraciado este tipo la historia”.

Pero volvamos a lo que importa. Un director atípico y de culto al que unos amiguetes le dan un dinerín para que experimente durante tres años con la difícil técnica de la rotoscopia. Y es que, atreverse con un cuento del delirante Philip K. Dick parecía inevitable después de ese pretencioso experimento que fue Waking Life.

Contando, como ya hiciera entonces, con actores de su confianza, elabora una historia concreta y solvente, que construye, según va avanzando el metraje, una realidad reconocible, con situaciones cotidianas en la vida de una juventud cansada y nihilista tratada desde las altas esferas como potenciales clientes de centros de desintoxicación.

El reparto, a veces irreconocible tras los trazos animados, está compuesto por los supervivientes de la noventera Generación X. Winona Ryder, Keanu Reeves, Robert Downey jr. y Woody Harrelson son los niños perdidos en la Nunca Jamás del siglo XXI. Esta juventud hastiada se refugia en las realidades paralelas que proporcionan las drogas de diseño, construyendo un universo donde la paranoia y la clarividencia se confunden según la dosis del día.

El discurso de la película es fiel a las pesadillas que K. Dick aventuraba en sus cuentos. La aparente situación de caos social planteada a lo largo de la película descubre su perverso engranaje al final del metraje. Toda la incertidumbre desaparece, todos lo juegos se diluyen para dar paso a la cruda realidad. Como la vida misma.

Lo mejor: El guión. El que más se acerca a la delirante existencia del malogrado autor de ciencia ficción. La banda sonora de Radiohead. Robert Downey jr. Los episodios paranoides. El final. La sensación con la que sales del cine, mezcla de asombro, nostalgia, ansiedad e impotencia.

Lo peor: Quedan unos años para depurar la técnica de la rotoscopia. Pero ya no molesta, como pasaba en Waking Life.